martes, 8 de junio de 2010

Gustavo Cerati: "un extenso daño cerebral"



El primer parte médico de Fleni indica que "la tomografía mostró un infarto extenso en 

el hemisferio cerebral izquierdo y daño del tronco cerebral secundario".

Después del operativo de traslado de Gustavo Cerati desde Venezuela a la Argentina, las autoridades del Instituto Fleni difundieron un primer parte médico, en donde se informó que el ex Soda Stereo sufrió un "extenso daño cerebral".
Cerati está internado en la unidad de terapia intensiva de este centro médico. El servicio de neurología clínica vascular y el cuerpo médico de terapia intensiva evaluaron su condición médica y esta tarde difundieron un parte en el que informaron que el músico"está inconsciente, sin ninguna sedación farmacológica. Respira espontáneamente, pero aún requiere asistencia mecánica respiratoria".
"La tomografía computada realizada a su ingreso mostró un infarto extenso en el hemisferio cerebral izquierdo y daño del tronco cerebral secundario a hipertensión endocraneana", dice el comunicado. "Actualmente se encuentra en tratamiento antibiótico por infección respiratoria", señaló el informe.
Cerati llegó a Buenos Aires desde el centro médico de Caracas en el que se encontraba internado desde hace tres semanas a raíz de un accidente cerebro vascular que sufrió luego de un show en la capital de Venezuela. El avión sanitario que trasladó al músico y a integrantes de su familia desde Caracas, arribó al aeroparque Jorge Newbery en la noche del lunes. Cerati fue trasladado en una ambulancia al sanatorio Fleni, ubicado en el barrio de Belgrano.

Pixies, Elvis Costello y Gorillaz cancelan shows en Israel

Los músicos protestan


 por así por el ataque a la


 flotilla


El ataque a la flotilla cargada con ayuda humanitaria y en la que fueron abatidos nueve activistas pro Palestina, el pasado 30 de mayo, tiene también sus consecuencias en el mundo de la música. Pixies han cancelado su concierto previsto en Tel Aviv, y a pesar de no haber especificado ningún motivo en  concreto para la suspensión del concierto, los organizadores del festival en el que debían actuar, el Pic.Nic, creen que se trata de una manera de protestar por el ataque a la flotilla. 

Además de Pixies, Gorillaz y Klaxons se han unido, según informaciones de Billboard, a la lista de bajas. Por su parte, Elvis Costello, quien también tenía previsto una serie de conciertos en Israel, ha justificado su baja alegando que “en ocasiones, que tú nombre aparezca en un festival puede implicar mucho más que cualquier discurso, y no quiero que piensen que restamos insensibles ante el sufrimiento de los inocentes, es una cuestión de consciencia e instinto”.
Fuente: Billboard

William S. Burroughs documental

Nuevo documental sobre William S. Burroughs . La producción presenta entrevistas con amigos y colaboradores del escritor, tales como Iggy PopGus van Sant y Thurston Moore.


William Burroughs (1914-1997) perteneció a la generación de los Beatnicks(junto a Jack Kerouac y Allen Ginsberg), y se dio a conocer tanto por sus obras Junky (1953), Queer (1985) y su laureada Naked Lunch (1959) como por sus adicciones a los opiáceos, sus prácticas homosexuales y su relación e influencia sobre diversos artistas.
A Man Within es un film del director norteamericano Yony Leyser en el que se investiga la vida de esta legendaria figura a través de imágenes y videos nunca antes vistos; además de entrevistas con las personas que le fueron más cercanas, entre ellos Patti SmithJello BiafraDavid CronenbergLaurie Anderson y algunos integrantes de la banda Sonic Youth, quienes también se encargaron de elaborar el soundtrack para esta película.
El documental ya ha recibido diversos galardones en los festivales deHonolulu y Slamdance 2010. Su lanzamiento se realizará a través de la compañía Oscilloscope, perteneciente a Adam Yauch (Bestie Boys), que colocará este trabajo en la televisión y cines norteamericanos para luego llevarlo a los hogares de los interesados en formato DVD y descarga digital.
La salida de este material esta prevista para el próximo otoño (en el norte):

Beatles por cuatro

Al cumplirse 40 años de los debuts en solitario de John, Paul, George y Ringo, aprovechamos para valorar sus carreras.
Los Beatles murieron el 10 de abril de 1970, hace ahora 40 años, la mañana en la que Paul McCartney anunció a la prensa que dejaba la banda y que tenía listo su álbum de debut en solitario. No era el único, ya que el resto de sus compañeros publicaron su primer disco antes de que acabara el año. A unos les fue mejor y a otros peor, pero lo que todos descubrieron fue que la vida podía ser muy dura para un ex Beatle.

Paul McCartney:

Primera entrega: Paul McCartney John era el líder espiritual, el que ‘molaba’, George era intenso y auténtico, Ringo era gracioso y caía bien. ¿y Paul? Paul era el genio musical, pero eso no siempre es suficiente para obtener respeto.

Ser, sin lugar a ningún género de dudas, el mayor genio que ha dado la música pop en toda su historia no es algo que haya beneficiado en absoluto a Paul McCartney, que desde el primer disco en solitario sintió la necesidad de explicar sus actos perjudicando notablemente una carrera que, musicalmente, no tiene ni tendrá rival.
Si, llegado 1970, para todos fue difícil ser un ex Beatle, para Paul McCartney fue mucho más complicado. A ojos del público, él era el responsable de la disolución de los Beatles. Yoko Ono estaba por ahí, sí, pero se le adjudicaba una actividad dinamitadora más a largo plazo, de paso lento, mientras que McCartney fue el que anunció al público la muerte de los ‘Fab Four’. El que dio la puntilla, el ejecutor. Aunque hacía meses que la banda ya no existía, que John ya se había ido y que Phil Spector hacía lo que quería con las cintas deLet It Be sin contar con nadie más, la idea que quedó fue la siguiente: Paul McCartney anuncia que abandona los Beatles y que, por lo tanto, la banda deja de existir; de paso, aprovecha para decir que, en unas semanas, va a publicar su primer disco en solitario –que lleva meses grabando en secreto en Abbey Road– y lo va a hacer coincidir con la salida de Let It Be. A la prensa y al público les sonó a oportunismo. También al resto de los Beatles, que enviaron al diplomático Ringo a casa de McCartney para pedirle que cancelara el lanzamiento de su debut en solitario. McCartney, por una vez fuera de sí, le dio con la puerta en las narices y siguió adelante.
Paul tenía el ánimo deprimido desde los últimos tiempos de los Beatles. Donde otros consideraban que ejercía un poder dictatorial sobre la banda, Paul creía que llenaba un vacío de poder –el dejado por Brian Epstein y rechazado por la apatía de John– que hubiera acabado con los Beatles en 1967. Aún en 1970, Paul sentía que tenía que disculparse por esto. También, en cierta manera, por haberse casado con la divorciada y rica norteamericana Linda Eastman en lugar de con la preferida por los ingleses Jane Asher –puede parecer una tontería, pero es Inglaterra–. McCartney se sintió empujado a dejar su casa del centro de Londres por una granja en el campo. Y, de nuevo, se sintió impelido a dar explicaciones –le llevó tres discos hacerlo– por esta decisión, y se preocupó por dejar ver que era feliz entre animales y con su mujer y sus hijas.
Por todo ello, en la que fue probablemente la peor decisión de su carrera, McCartney acompañó el lanzamiento ya de por sí polémico de McCartney con una extensísima nota de prensa que incluía hasta una auto-entrevista sobre todas las cuestiones mencionadas con anterioridad. En su día, y quizá fue una respuesta lógica, el primer disco de Paul no se entendió bien. No se esperaba del maravilloso autor de Hey Jude o Let it Be –por citar las recientes– esa especie de pedante renuncia artística a su poderío compositivo, musical y melódico. Ahora, despojados de todos los prejuicios y la actualidad de la época, el debut discográfico de McCartney puede verse de otra manera: como si, de verdad, McCartney fuera un juego feliz grabado en casa por Paul en los escasos ratos de paz que le proporcionaba el hecho de ser Paul McCartney. Aunque siempre se hable de los fantasmas de Lennon, lo reconcentrado de Harrison, puede que fuese el bajista de los Beatles el que menos y peor soportara la presión. Precisamente porque lo único que no tenía era la habilidad de los otros dos para convertir sus dramas en canciones.
Después de su excepcional debut, su carrera se vio perjudicada por vender una imagen demasiado buena de sí mismo; por dar a su mujer un excesivo protagonismo para, quizá, decirle a Lennon que él también podía ser dos; por fingir, con la creación de Wings –sólo él, su mujer y Denny Laine–, que él podía funcionar en un grupo, que no fue su ego el que acabó con los Beatles; por, en fin, depender demasiado de lo que los demás opinaran. Con el tiempo, consiguió liberarse de todo esto, pero ya era demasiado tarde. El error que cometió McCartney en los primeros años 70 condenó su imagen pública –de manera excesiva–: de tanto querer mostrarse como una persona “auténtica”, consiguió todo lo contrario. Y aún dura.
Cuando todo pase, cuando sólo queden sus discos, serán éstos los que por fin hablen por él y le hagan justicia. Y para esto nunca es tarde.

John Lennon:

Segunda entrega: John Lennon En cuanto los Beatles se separaron, a John Lennon se le hizo la luz. Había estado bien ser una estrella del pop, la estrella más grande, de hecho, pero en su camino se abrían otros frentes.

Mientras que para Paul la separación de los Beatles supuso, sobre todo, un mal trago y un período de depresión y desubicación del que tardó en reponerse, John era, junto a George, el Beatle que más ansiaba librarse de las ataduras del grupo –y de Paul–. Pero sus motivos eran muy distintos.
George Harrison quería librarse de los Beatles para dar rienda suelta a todas las canciones que tenía guardadas en el cajón, para que sus ideas no se vieran sometidas a continuas audiciones con Lennon y McCartney –sobre todo con McCartney en los últimos años– que él consideraba humillantes. John Lennon, en cambio, no ansiaba la libertad musical, ya que disponía de ella en los Beatles –y fuera de ellos, no hay que olvidar sus incursiones onomatopéyicas más que musicales con el disco Two Virgins (1969), por ejemplo–. No. Lo que ansiaba Lennon era la libertad total, personal, social, sentimental y –a sus ojos y a los de su mujer, Yoko Ono– “artística”. Lennon quería romper una sociedad –la de Lennon y McCartney– para crear otra –la de Lennon y Ono–, y fue el crecimiento de este embrión el que, incompatible con cualquier otro tipo de asociación, dinamitó los Beatles.
En la carrera en solitario de John Lennon hay tres etapas claramente diferenciadas. La primera comprende únicamente su primer disco en solitario, sin título, presentado bajo la autoría de John Lennon/Plastic Ono Band. En él, como en un libro abierto, el antiguo líder de los Beatles desgrana una a una todas su preocupaciones (Isolation), sus traumas infantiles (Mother), sus deseos de portavocía generacional (Working Class Hero) y su visión del mundo, huérfana e irónica a la vez (God, una de sus mejores canciones). Por todo esto, es el álbum más de debut que grabó ninguno de los Beatles. El típico primer álbum en el que el principiante mete todo lo que tiene, en el que muestra todas sus armas. En el caso de Lennon sólo hay una ligera variante. No reunió todas esas canciones para construir una base sobre la que cimentar una carrera, sino para exorcizarse, sin pensar en el futuro. En 1970, la música era todavía la manera que Lennon tenía de expresarse, pero poco a poco dejaba de interesarle. Ése fue el resultado de tener como partenaire a Yoko Ono en lugar de a Paul McCartney. El sonido excesivamente crudo, sin filtrar, de su primer disco –que, por otro lado, beneficia el cariz confesional del asunto– no es tanto el resultado de una elección premeditada como el reflejo de ese creciente desprecio por, digámoslo así, la habilidad musical en la que reinaba McCartney. El Plastic Ono Band es el disco que le correspondía hacer a Lennon, el que le pertenecía casi desde que agarró por primera vez una guitarra.
¿Y después? La segunda etapa de Lennon, marcada por su exilio en Nueva York, su constante presencia como activista político y su enrocamiento en el binomio que formaba con Yoko, dejó una carrera más que irregular. Su actividad discográfica fue mucho menor que la del resto de sus ex compañeros, y cabe volver a cuestionar su verdadero interés por la música. Al contrario que McCartney, que era músico por encima de todas las cosas, Lennon sólo fue un chico que necesitaba expresarse continuamente y que encontró en la música el vehículo perfecto para hacerlo. Pero eso era en 1962. En los años setenta, ya adulto, su verborrea encontró a menudo otros canales no musicales –las manifestaciones, por ejemplo– en los que satisfacerse, y, en lo que respecta a la música, ya no tenía al lado a alguien tan exigente como McCartney que trabajara, domesticara, puliera y embelleciera sus ideas. Muchas de estas ideas, por lo tanto, se quedaban en eso: en ideas. A pesar de que en su carrera no faltaron grandes canciones –como Jealous Guy o How Do You Sleep?, en Imagine(1971), como Whatever Gets You Thru the Night en Walls and Bridges (1974)–, Lennon sucumbió demasiado a menudo a impulsos sin madurar, irreflexivos, como Power to the People o el lamentable Some Time in New York City (1972).
El compromiso de Lennon era consigo mismo, con Yoko, con la gente si se quiere, pero no con la música. Esto resultó evidente cuando, tras un trasnochado álbum de homenaje al rock and roll que le gustó de adolescente (Rock ‘n’Roll, 1975, forzado por ciertas cuestiones legales, pero ésa es otra historia), Lennon enmudeció durante cinco años. Esto coincidió con la reconciliación con Yoko Ono, de la que se había separado a mitad de 1973 para, a instancias de la propia Yoko, convertirse en pareja de May Pang durante el tiempo –año y medio– que Lennon llamó después su lost weekend –“fin de semana perdido”–. Volvió con Ono, nació su hijo Sean y los tres se recluyeron en el célebre edificio Dakota de Nueva York. Tras su nula experiencia como padre de Julian, esta vez John quería ejercer de cabeza de familia. La música, de nuevo, quedó relegada.
Y así hasta 1980, año en el que comienza y termina su tercera etapa. Ese año, Lennon se entregó de nuevo a la grabación de un álbum que iba a reflejar su condición de hombre feliz. Double Fantasy (1980) mostró a un John enamorado de su mujer (Woman), de su hijo (Beautiful Boy) y de su nueva vida (Just Like Starting Over), que por primera vez parecía llenarle por completo. Le absolvía del empalago el hecho de que si Lennon había sido algo a lo largo de toda su carrera era sincero. Lástima que, cuando John parecía haber descubierto el camino –no sólo el musical sino también el personal; también se había reconciliado con McCartney aunque aún no con Harrison–, un tipo llamado Mark David Chapman decidió que ya era demasiado tarde para él y le asesinó en la puerta de su hogar, que tanto le había costado conseguir.

George Harrison:

Tercera entrega: George Harrison El Beatle tímido arrancó su carrera pisando fuerte, con un álbum triple para demostrar que tenía categoría para compararse con Lennon y McCartney.

Al finalizar la era Beatles, la figura de George Harrison cotizaba al alza. Su actividad y calidad compositiva, antes opacadas, mutiladas o inexistentes, habían crecido en los tres últimos discos de los de Liverpool con canciones extraordinarias comoWhile My Guitar Gently WeepsSomething, Here Comes the SunI Me Mine.

Una vez dejados a su libre albedrío, a George, más que a ningún otro –o no, pero sí al menos de una manera más personal–, le urgía contrastarse musicalmente, demostrar que podía hacer un buen disco entero él solo. Quizá por eso su primer disco, All Things Must Pass (1970), fue el más ambicioso de todos los primeros discos de los cuatro Beatles. Mientras Lennon y McCartney optaron por la desnudez, por las vigas vistas, el guitarrista quiso demostrar de una tacada todo de lo que era capaz y para ello necesitó un álbum triple. Para tal esfuerzo, contó con las colaboraciones más o menos precisas de Bob Dylan (coescribió I’d Have You Anytime), Eric Clapton, Ringo Starr o Maurice Gibb. My Sweet Lord fue un éxito mundial, aunque acabó con Harrison en los tribunales por plagio del He’s So Fine de The Chiffons; pero ni eso ni un excesivo tercer disco, lleno de jam sessions que podrían haber quedado fuera, podían perjudicar un álbum en el que se encuentran obras maestras como Isn’t it a PityWhat Is LifeBeware of Darkness o The Ballad of Sir Frankie Crisp (Let it Roll), las dos últimas recientemente reivindicadas por ese emotivo homenaje de Jim James (My Morning Jacket) a Harrison en forma de EP: Tribute To (2009).
Con el paréntesis que supuso la organización del que fue el primer macroconcierto benéfico, en ayuda de Bangladesh (1971), la estrella de Harrison se apagó en su siguiente disco, Living in the Material World (1973). Beneficiado todavía por el éxito de su predecesor, y aupado por el single Give Me Love (Give Me Peace on Earth), al disco le fue bien comercialmente, pero el guitarrista había perdido chispa compositiva y vocal salvo, quizá, en el single que se menciona. El problema de Give Me Love –quizá por su repercusión – fue que volvía a mostrar a Harrison en la misma línea iluminada de My Sweet Lord, algo en lo que, sumado a su persistencia hindú, Harrison reincidiría demasiado en la década de los 70 hasta hacer perder la paciencia de mucho de su público. Dark Horse (1974) y Extra Texture (Read All About It) (1975) continuaron una línea descendiente que sólo salió a flote con Thirty Three & 1/3 (1976) y el homónimo George Harrison (1979), sin estar ninguno de estos dos discos a la altura ya lejana del All Things Must Pass.
Convertido ya en productor cinematográfico de éxito (creó HandMade Films en 1978 para ayudar a sus amigos de Monty Python a terminar La vida de Brian), el brillo musical lo recuperó Harrison tras el asesinato de John Lennon. A pesar de que, debido a su enemistad con Yoko Ono, Harrison había sido el que menos trato mantenía con Lennon, o precisamente por eso, fue él el único que tradujo su dolor en canción. All Those Years Ago, aunque fue un single de Harrison, contó con la participación de los otros dos Beatles vivos, lo que entonces fue digno de noticia. La canción, una de las mejores de George, en la que el guitarrista manifiesta la admiración que sentía por Lennon, fue un gran éxito mundial que hacía esperar que el guitarrista había recuperado la inspiración. Sin embargo, el disco que le acompañó, Somewhere in England (1981), demostró queAll Those Years Ago había sido un espejismo producto de una emoción profunda. El siguiente álbum, Gone Troppo (1982), constató esta idea, y ante el nuevo fracaso Harrison desapareció del mapa.
Volvió cinco años después, sólo cuando estuvo seguro de tener un gran disco bajo el brazo: Cloud Nine (1987), del que sacó un par de sencillos de éxito: la versión de James Ray Got My Mind Set on You y la nostálgicaWhen We Was Fab, además del sobresaliente tema titular. Al lanzamiento de este disco le siguió –aunque esperó hasta 1991– una gira por Japón, la primera–y última– gira que Harrison hacía desde 1974 y que quedó registrada en el doble en directo Live in Japan, cuyo valor musical es resaltado por el acompañamiento de Eric Clapton, su gran amigo, y su banda.
De ahí en adelante, George Harrison apenas salió a la luz pública salvo en contadas ocasiones, como el macroconcierto para celebrar los 30 años de carrera de Bob Dylan. Fue más noticia por el asalto que sufrió en su casa en 1999 y por el cáncer que finalmente se llevó su vida el 29 de noviembre de 2001.

Ringo Starr: 

Cuarta entrega: Ringo Starr. En las casas de apuestas, la victoria de ringo cotizaba a la baja. nadie apostaba por él. Por eso nadie pudo hacerse rico cuando el tapado batería dio la sorpresa.

Ringo tenía dos ventajas competitivas sobre el resto de los Beatles: nadie contaba con él –seguramente ni él mismo– para ganar la carrera, ni siquiera se puede decir que fuera el tapado; y, por otro lado, caía bien a todo el mundo. Beneficiado por que las tortas se las repartieran entre los demás, tampoco es que Starr llegara primero, pero sí más lejos de lo que se esperaba.
Por ejemplo: antes de que terminara 1970, el amable Ringo había editado no uno, sino dos álbumes,Sentimental Journey y Beaucoup of Blues. Como haciendo realidad la canción que cantó en el Sgt. Pepper’sWith A Little Help From My Friends, el que fuera batería de los Beatles obtuvo, desde el principio, la ayuda de sus amigos para conformar sus discos. George, John y Paul –siempre por separado– le echaron una mano, como George Martin, Maurice Gibb, Marc Bolan o Robbie Robertson. Ringo no quiso engañar a nadie y apenas compuso canciones, por lo que sus discos se basaban en versiones o en canciones cedidas por alguno de estos amigos.
Con Ringo pasó algo que no pasó con el resto de los Beatles. Así como se puede considerar que los mejores discos de Paul –con éste habría más dudas, dada la longevidad y complejidad de su carrera–, John y George son los primeros, Ringo no ofreció su mejor versión hasta el tercer álbum, de nuevo cuando ya se le había catalogado de correcto divertimento que nunca entregaría un disco sobresaliente. Se equivocaban, y así lo demostró Ringo (1973). Se había tomado un par de años para proseguir su carrera como actor, y su tercer disco en solitario sorprendió a propios y extraños. Bien que sus mejores canciones son una cesión de Lennon (I’m the Greatest) y una colaboración con Harrison (Photograph), pero estas cosas no le quedan bien a todo el mundo. El poder de Ringo era el poder de sus amigos, y cómo los centrifugaba. Los atraía, conseguía sus canciones y que tocaran para él, lo pasaban bien mientras tanto y el disco salía redondo. Al contrario que en el caso de McCartney, debe de estar bien ser Ringo Starr.
Su ausencia de ego, su complicidad con lo que cantaba –casi ninguno de sus éxitos eran obra suya, pero todos le sentaban como un guante–, y su eterno buen humor –en I’m the Greatest canta “All I wanna do is boogaloo!” – lograron que la carrera de Ringo como solista no sólo fuera más que digna, sino que es la que, con el paso de los años –aún sigue grabando discos–, ha mantenido un nivel más regular. Dejando fuera a McCartney, la carrera de Ringo, que ha grabado quince discos en cuarenta años, está, como mínimo, a la altura de John y George si es que no las supera. Sólo hace falta comparar la extensión de los recopilatorios de grandes éxitos de los tres. La ausencia de un My Sweet Lord o un Jealous Guy en su catálogo no empaña una regularidad y fiabilidad que incluso se ha acrecentado en los últimos años, cuando a Ringo le ha dado además por componer, y nada mal, en el álbum de vuelta a casa Liverpool 8 (2008). Una demostración de que aún podemos contar con él.
Rolling Stone España